Me surgió la idea de escribir sobre este tema, el ver la actualidad de nuestro país, donde el culto al YO es cada vez mayor, generando agresividad.
Este egocentrismo, en si contiene insatisfacción, que suele ser el mayor obstáculo para disfrutar la vida en comunión con los demás.
La escritora Aina Ponts, señala en una de sus notas que para saber si nuestro ego está subido de tono, debemos observar si:
- Intentamos atraer la atenciónhablando de nuestros problemas.
- Damos nuestra opinióncuando no es necesaria.
- Nos ofendemos con facilidad.
- Estamos muy pendientes de caer bien a los demás.
- Nos molesta no obtener reconocimiento por lo que hacemos.
- Intentamosimpresionar a los demás con nuestras posesiones, conocimientos, aspecto físico, etc.
- Creemos, a menudo, quelos otros están equivocados.
Cuando eso sucede conviene trabajar en cambiar la perspectiva de cómo ver las cosas, de ser necesario con la ayuda de un tercero.
Uno de los temas a trabajar es nuestra capacidad de dar y recibir amor de una forma equilibrada. Considerar a los otros, sentir que su dicha repercute de algún modo en nosotros y nos hace sentir bien y en armonía con la vida.
Nadie puede dar lo que no tiene ni disfrutar lo que no cree merecer. Por eso, para conseguir estar en comunión con los demás y procurar su felicidad, es preciso primero amarse a uno mismo, desde nuestro interior, y eso a veces no resulta tan fácil como nos imaginamos.
Para conseguir ese amoroso equilibrio interno, ese estado que permite estimular nuestro bienestar y apertura emocional y los de las personas que nos rodean, es imprescindible despojarse, con cariño, de muchos prejuicios y creencias erróneas que hemos ido acumulando desde pequeños y que nos vamos pasando de padres a hijos sin apenas darnos cuenta.
Aunque a veces no somos conscientes de ello, la inmensa mayoría de los seres humanos llevamos dentro un juez severo que gobierna nuestra existencia y a menudo nos suele crear sentimientos de vergüenza, culpa y frustración, en vez de jugar a nuestro favor y ayudarnos a ver el lado amoroso y positivo de la vida.
Estas creencias resultan perjudiciales, pero están arraigadas en nuestro inconsciente porque nos proporcionan seguridad y se han convertido en nuestra «zona de confort». Salir de allí, aunque es absolutamente necesario para crecer y amar, suele generar una gran inseguridad y mucho miedo. Pero si no vamos más allá de lo conocido, si no trascendemos las normas, difícilmente conseguiremos valorarnos a nosotros mismos. Seguiremos más bien juzgando y criticando a los demás en vez de contribuir a su bienestar y al nuestro.
Para trascender las normas, es necesario establecer en nuestro interior creencias menos dramáticas, más luminosas que, una vez enraizadas, nos permitan tener una mayor capacidad de ponernos en el lugar del otro y sintonizar con sus sentimientos.
Hay dos formas de crear armonía
- Bendecir. Esta palabra significa literalmente bien decir, es decir, hablar bien de los demás, resaltar sus cualidades, alegrarse de sus logros… si bendecimos en vez de envidiar o criticar, no solo facilitamos que llegue a nuestras vidas todo lo bueno que somos capaces de ver en los otros, sino que contribuimos al florecer de los demás.
- Apreciar. Valorar lo que tenemosy a las personas que nos rodean abre la puerta a agradables y compartidas sensaciones de serenidad y bienestar.
Si queremos que nuestro paso por la vida, vaya creando momentos de aceptación, apertura y fecundidad tendremos que adquirir flexibilidad para adaptarnos a los cambios, tenacidad para recorrer el camino, con el corazón abierto a pesar de los obstáculos, y la paciencia necesaria para seguir amando hasta nuestro último suspiro.
Si deseas orientación, solo debes contactarte.
Daniel Velinsone
BIBLIOGRAFÍA
- Miguel Ruiz, Los cuatro acuerdos. Ed. Urano
- Mª Carmen Martínez Tomás, El espíritu de aloha. Ed. Océano
- Eckhart Tolle, Todos los seres vivos somos uno. Debolsillo
- Marianne Williamson, Volver al amor. Ed. Urano
- Aina Ponts, Cuerpomente 2018